Tricky superstar

agosto 24, 2009

tricky

Pasados los 45 minutos de show, Tricky le pide al público que suba al escenario. El ya ha estado entre el público: a la tercera canción bajó a la cancha del Caupolicán para perderse entre la masa. A veces el rock es actitud: la noche del sábado lo fue: Tricky ya no hace los discos de antes y en realidad no canta tan bien, pero la intensidad y el descontrol  de su show en vivo justifican sus caídas. Hay pocos rastros del pasado trip hop de Adrian Thaws en el escenario; apenas un tecladista que echa andar las sencuencias; nada de DJ’s. Pero sí hay un power trío (bajo-guitarra-batería) que explota en cada canción. La Martina de hoy, Francesca Belmont, es efectiva: canta la mitad de las canciones, durante las cuales Tricky se dedica a fumar marihuana y moverse como un poseído. Cuando agarra el micrófono, despierta las energías tribales del rock. Volado, borracho, como sea, le basta un gesto de la mano para que la guitarra mantenga el riff por dos minutos más. El se mueve a lo gangsta arrastrando dos micrófonos, se enfrenta a los amplificadores como si fueran espejos, se deja llevar entre la marea del público, a veces se pierde en una fumada, enciende cigarros, toma piscola y, claro, los llama a todos al escenario. Desde abajo, la cosa se ve peligrosa, exitante, tensa. Puede pasar cualquier cosa. Pasa que uno entiende eso del «I drink till Im drunk, and I smoke till Im senseless»; uno entiende que Tricky durara un par de minutos entre los geek de Massive Attack; que PJ Harvey y Bjork aparecieran en sus discos; que odie el trip hop; que se perdiera por años; hiciera discos malos y su sonido terminara tan sucio. Pasa también que Knowle West Boy, el último disco de Tricky, es mucho mejor después de haberlo visto en vivo.  Es cierto, no fue un gran show musicalmente; ninguna canción sonó parecida a los discos, fue repetitivo y el sonido estuvo lejos de ser impecable. Pero de eso no se trataba: el juego de Tricky siempre fue bordear el precipicio. El exceso,  la confusión. Y en la noche del sábado Tricky dirigió un par de horas sorprendentes, difusas y en las que algo intanginble parecía estar en riesgo. Rock en estado salvaje.

Marisol García, por supuesto, lo dice mejor que yo en su blog. Y ya lo dijo ayer.

bb

Matías Rivas fantaseaba ayer en La Tercera sobre un par de invitados a la Feria del Libro de Santiago, que este año está dedicada a Argentina. Imagina en la Estación Mapocho a Fogwill, César Aira, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo. Remata con una secreta esperanza: la visita de Fabián Casas, María Moreno y Sergio Bizzio. Aunque espero que los sueños de Rivas se cumplan, yo tengo más. Varios más.

33 actividades tentativas para una Filsa al nivel de las expectativas:

1. Lectura pública ininterrumpida de libro Borges, de Adolfo Bioy Casares. Inscripciones abiertas.

2. César Aira reconstruye cómo fue elaborar su Diccionario de Autores Latinomaericanos. El autor lo actualizará en vivo.

3. Editorial Interzona anuncia su regreso y aprovecha de lanzar una sucursal en Chile.

4. Las librerías hablan: Eterna Cadencia, Prometeo Libros y Boutique del Libro dan consejos.

5. Hacia una teoría literaria para analizar El Eternauta . Participan: Damian Tabarovsky y Martín Kohan. Se mostrará un adelanto de la película de Lucrecia Martel basada en la novela gráfica.

6. Cara a cara: Fogwill y Ricardo Piglia explican por qué no se pueden ver.

7. Clases: Rodrigo Fresán dicta curso para escribir 12 artículos semanales -sobre literatura norteamericana, rock neoyorkino, cine europeo, etc- y mantener la onda.

8. Hallazgo: Los tres finales alternativos del cuento Instrucciones para John Howell. Presenta Cristina Peri Rosi.

9. ¿Qué fue de Abelardo Castillo? Por Abelardo Castillo.

10. Ricardo Piglia lanza su nueva novela Blanco Nocturno.

11. César Aira lanza sus cuatro nuevas novelas. Presenta Ricardo Piglia.

12. Rodrigo Fresán lanza su nueva novela El Fondo del Cielo.

13. Escritores profesionales se confiesan. Participan: Federico Andahazi, Mempo Giardinelli y Marcos Aguinis. Por confirmar: Pablo de Santis y Guillermo Martínez.

14. Lectura dramatizada de Informe sobre Ciegos. Por Ernesto Sábato.

15. Juan Terranova, Diego Grillo, Maximiliano Tomas exponen sus estrategias literarias para ser protagonistas de la Feria del Libro de Frankfurt 2010.

16. Argentina, Europa y la consagración literaria: Patricio Pron y Andrés Neuman exponen.

17. Katherine Anne Porter, Flannery O’Connor, Carson McCullers, Joyce Carol Oates y A.M. Homes  según Samanta Schweblin.

18. Cara a cara: antología Buenos Aires (Juan Forn) y antología La joven guardia (Maximiliano Tomas). Forn y Tomas debaten.

19. La literatura es una pistola caliente: semablanza de Rodolfo Walsh, por Martín Caparros.

20. Mesa de discusión: Macedio Fernández autor de Martín Fierro. Participan: Washington Cucurto, Damian Tabarovsky y Daniel Link.

21. Ciclo de cine: las 30 películas favoritas de Manuel Puig. Dos funciones diarias.

22. Obra y figura de Charlie Feiling, por Sergio Bizzio y Daniel Guebel

23. El periodismo es literatura. Participan: Leila Guerrero, Fabian Casas y Juan Forn.

24. Todas las leyendas de Osvaldo Lamborghini. Por Ricardo Strafacce, su biógrafo

25. ¿Escribir un libro o dirigir una película? Con Martin Retjman y Lucía Puenzo. Modera Alan Pauls

26. Una historia alternativa de Latinoamerica. Discuten Washington Cucurto y Juan Gelman.

27. Ricardo Colautti, un escritor secreto. Por César Aira.

28. Exposición: manuscritos, primeras ediciones, fotografías, películas y audios de Alejandra Pizarnik. Curatoría de Rosario Bléfari.

29. El teatro de Roberto Artl. Montaje de obras Saverio el Cruel, El Fabricante de Fantasmas y La Isla Desierta. Adaptaciones de Guillermo Calderón.

30. ¿Después de los 25 años puede leerse Rayuela? Debate dirigido por Beatriz Sarlo.

31. Hallazgo: los antecedentes reales que dieron origen a la novela El Banquete de Severo Arcángelo, de Leopoldo Marechal. Investigación de Adrián Dárgelos.

32. Work in progress: adaptación al cine La Invención de Morel, por Martin Retjman.

33. Hallazgo y lanzamiento: Vindicación de Jorge Luis Borges, texto inédito de Witold Gombrowicz. Presentan César Aira, Ricardo Piglia, Fogwill, Alan Pauls y Rodrigo Fresán. Modera María Kodama.

calderon

Murió de un infarto. Cerca de las 9:30 de la mañana del 8 de agosto. Recuerdo que cuando en 1998 le dieron el Premio Nacional de Literatura, no faltó quien dijera que Alfonso Calderón tenía poca obra. Si se referían a su ficción, es cierto. Pero de ahí a que fuera mal escritor, hay mucho camino. Fue una de esas piezas fundamentales de una escena literaria: la memoria. Mantenía viva a la generación del ’38 y a las del ’50. Los frecuentó a todos y recordaba desde sus gustos literarios hasta el vino que tomaban. Cronista y enorme memorialista, Calderón será recordado por insistir e insistir en traer de vuelta a Joaquín Edwards Bello. Fue él quien por primera vez rescató sus crónicas del archivo de La Nación y las puso en un libro. En eso mismo estaba en estos días; trabajaba con la Universidad Diego Portales en la reedición de la obras completas de JEB, codo a codo con Roberto Merino y Matías Rivas. Por lo que sé, Calderón se juntaba con Merino y Rivas prácticamente todas las semanas a almorzar -muchas veces en el Squadrito- a hablar de JEB. Su muerte es absolutamente sorpresiva, pese a sus 79 años. Estaba totalmente sano, más lúcido que nunca. Yo doy fe: en los últimos dos años o tres años creo que haberle pedido ayuda al menos cada dos meses. Le pedía información sobre escritores chilenos, mayormente; siempre sabía. Fue extremadamente generoso. Me recibió muchas veces en su casa, un departamento tapizado de libros, y me contó todo lo que necesitaba saber. Del Chico Molina, de Lihn, de Parra, de JEB, de Violeta Quevedo, del ’38, de Serrano, etc, etc. Entiendo que estos últimos años estaba renovado, como que hubiese rejuvenecido. Una pérdida. Una pena.

Actualizado: Corregí la fecha de su muerte. No había sido la noche del viernes, sino la mañana del sábado. Hoy domingo, sus están siendo velados en la Casa Central de la UDP.

Richard Ford en Chile

agosto 5, 2009

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El domingo pasado, Richard Ford recibió en su casa en el pueblito costero de East Boothbay (Maine, EEUU) a Ann Beattie. Amigos desde hace años, ambos fueron parte de lo que la revista Granta llamó alguna vez «realismo sucio». Ahí también estaban Raymond Carver y Tobias Wolff. No sé si habrán recordado esos años, pero seguro que mientras comían Ford le contó a la autora de Postales de Invierno que estaba preparando un viaje a Chile. Quizás le dijo que debió cancelar los planes para ir a cazar codornices chilenas, pues su esposa aún debía recuperarse completamente de una operación a la cadera. Probablemente no lo mencionó, pero nosotros ya lo sabemos: el día en que Ford se encontrará con sus lectores chilenos es el jueves 27 de agosto.

La cita es a las 18 horas en la Casa Central de la UC. En la sala José Manuel Irarrazaval. La excusa es el seminario La Ciudad y las Palabras que organiza el doctorado de arquitectura de la Católica. Ford será entrevistado públicamente por Gonzalo Garcés. Tal como ya pasó con Houellebecq, Barnes y Marías. Después el micrófono se pasa al público y después el resto: Ford firma libros, se saca fotos, etc. Adelanto una gran tarde. Ford -no sé si será necesario decirlo- es uno de los 4 o 5 gigantes vivos de la literatura gringa. Y creo que ya estaba en ese club antes de que John Updike se muriera. Las 1300 páginas que suman El Periodista Deportivo, El Día de la Independencia y Acción de Gracias son prácticamente magistrales.

Le hice una entrevista hace un año a propósito del lanzamiento en español de Acción de Gracias. A modo de preparación para la cita del 27, dejo una par respuestas de Ford, especialmente sobre Frank Bascombe:

«Comencé a escribir El Periodista Deportivo en la primavera de 1982. Entonces vivía en Princeton, New Jersey. Anteriormente había decidido dejar de ser un novelista y conseguir un trabajo como periodista deportivo para alguna revista en EEUU. Pero la revista en la que estaba trabajando cerró, así que me dejaron preguntándome qué hacer. Lo único que había hecho que realmente valía la pena era escribir ficción. Así pues, más bien desesperado, decidí intentar nuevamente escribir una novela. La desesperación debe haber ayudado, ya que probablemente me hizo trabajar más duramente y sentir que en realidad no tenía otra alternativa. Y no tengo idea de por qué esto me conectó con los lectores y la crítica. A mis otros libros no les había ido tan mal con la crítica. Nadie los leyó, ése era el problema. Por lo tanto, si este libro realmente tuvo éxito de venta y de crítica, puedo atribuirlo solamente a la genialidad».

«Intento generalmente escribir sobre cosas que no tengan que ver conmigo. Siento que tengo más libertad creativa. Y esa libertad es la gran fortaleza del arte. Uno debe escribir como si no le importara el resultado de lo que escribe. Por supuesto inevitablemente es así; pero tenemos que liberarnos tanto como podamos para escribir sobre puntos de vista, sobre comportamientos, sobre gustos, sobre las creencias que no compartimos. Siempre que atribuyo a Frank una cierta opinión que también tuve, me arrepentí, pensando que mi libro no era lo suficientemente interesante»

«Probablemente tuve los mismos cuestionamientos que Frank. Él escribió un libro de cuentos, después no pudo acabar la novela que estaba escribiendo. Simplemente sentía que terminarlo no importaba, y que podría ser más feliz haciendo algo más fácil. Me hacia esas preguntas. Si hubiera podido tener un trabajo como periodista deportivo, como Frank, estoy bastante seguro de que yo no habría seguido la vida de escritor. Y francamente, en términos personales, no me habría importado».

«Si echo de menos a Frank, sé donde está. Tengo estos tres grandes libros sobre él. Me gustó escribir sobre Frank. Y, por supuesto, si alguna vez quiero escribir sobre él nuevamente, puedo hacerlo. Incluso si ya dije que no lo haría y no puedo imaginar cómo hacerlo. Nunca confíes en un escritor».

«Realismo sucio nunca fue una buena definición para el trabajo de nadie. Fue solo un slogan de maketing que el editor de Granta le puso a algunos escritores que publicaba – que no tenían mucho en común excepto que eramos americanos. Siempre me impacta que siga aún en la memoria de algunos. ¿Cuánto? ¿Casi 25 años? ¿Me pregunto si los impresionistas se sentían así? Apuesto a que si»